Por: Hilda Ruth Flores Muñoz
Guatemala, 16 de diciembre de 2015
Se presentó una oportunidad de negocios muy atractiva y que
siempre habíamos soñado. Después de largas negociaciones iniciamos con mucho
entusiasmo nuestro proyecto de Tecnología Educativa. Nos respaldaban
instituciones de prestigio, el proyecto era sumamente innovador y contábamos
con el conocimiento, la experiencia y el equipo. Así que nos dispusimos manos a
la obra.
Aplicamos las mejores prácticas
de ingeniería de software, de teorías educativas y de gestión de proyectos.
Documentamos el proceso, le dimos seguimiento al cliente, realizamos entregas
con base a cronograma, ajustamos observaciones de mejora, corregimos errores, instalamos los productos, capacitamos usuarios, ¡hasta
que llegó el momento del primer pago!
En este momento, el “experto” en
el tema y alto directivo apareció y dijo que nada le parecía. Ignoró las minutas de reunión, los
documentos técnicos, diseños educativos, prototipos y las pruebas que el
personal - que él mismo había designado y era de su confianza - hizo y aceptó
sobre los productos entregados.
Pidió rediseñar todo, y porque el
proyecto era muy estratégico para nosotros, aceptamos y cedimos.
Nos agregó más
requerimientos y nunca quedaba satisfecho con la “calidad” de lo entregado.
Criticó la capacidad del equipo de trabajo y demeritó la metodología utilizada.
Se refirió a una de las mejores colaboradoras con esta frase: “...lo que ella diga y la Carabina de Ambrosio me vienen
sobrando...”. En una ocasión, no dejó salir de sus instalaciones a una persona del equipo hasta que no hiciera un cambio específico. Además, detuvo y diluyó los pagos como había sido acordado en el contrato.
El equipo estaba desmotivado,
¿cómo quedar bien con este cliente? ¿Conviene quedar bien con este cliente? ¿Lo
amerita el carácter estratégico del proyecto? ¿Toleramos que sea peyorativo con nuestro equipo? ¿El “satisfacer sus requerimientos” está dejando en entredicho
la calidad de nuestro trabajo? ¿Podemos y debemos sostener el costo de este
proyecto?
Luego de discutirlo en equipo,
analizar ventajas y desventajas mercadológicas, financieras y tecnológicas,
apareció la premisa que le dio sustento a nuestra decisión: “Debemos darnos a
respetar”.
En el equipo somos capaces:
poseemos conocimientos, experiencia y la mejor actitud. Si nos equivocamos,
corregimos nuestros errores como garantía de nuestro trabajo. Pero sobre todo
respetamos a los demás. Debemos exigir este respeto hacia nosotros por coherencia
a nuestros valores personales e institucionales.
Asesorados legalmente y con bases
documentales, terminamos el contrato. Sentimos mucho dejar ir un proyecto tan
retador, pero el respeto a nuestro trabajo y nuestra dignidad humana es más
importante.
¡Les daré una mala crítica!
Amenazó el cliente. Sabemos el impacto de esta amenaza y sus consecuencias si
se vuelve realidad, pero también conocemos nuestros valores y que habrá un
mercado que reconozca nuestro trabajo.
Hilda,
ResponderEliminarEntiendo que la situación que describe, usted la experimentó en su actividad profesional y conociendo su trayectoria profesional lamento mucho esa situación vivida.
El caso que describe en mi opinión no es extraño ni algo que no pueda seguir ocurriendo, también he experimentado este tipo de situaciones y mi recomendación para minimizar y no dejar situaciones discrecionales que por parte del cliente lleguen a nivel de abuso o capricho, creo que lo mejor desde el inicio aunque sea chocante es definir en un documento legal, la metodología de trabajo en todos sus aspectos, la definición de los alcances del trabajo a realizar y la documentación técnica que los soporte, responsables del proyecto tanto del lado del cliente como de la parte proveedora, la de-limitación de responsabilidades en cuanto a la toma de decisiones en aspectos claves en el desarrollo del proyecto y un plan de trabajo debidamente definido con responsables de las actividades. Si todo esto queda debidamente acordado entre ambas partes desde el inicio, creo que la consecución del proyecto puede tener un alto porcentaje de probabilidades de llegar a un exitoso termino y si aun así se diera este tipo de situaciones, habrá que dirimir bajo otras circunstancias que para eso se creo un documento con el respectivo respaldo legal.